Violeta, púrpura, lila, morado… Es difícil definir el color exacto de la amatista, una de las variedades más apreciadas del cuarzo, porque no siempre es igual. Aun así, es muy fácil reconocer esta piedra asociada con la calma, la sabiduría y la espiritualidad.
Los antiguos egipcios ya vieron en la amatista algo especial y dicen que hasta el mismo Leonardo da Vinci escribió que tenía el poder de disipar los malos pensamientos y afinar la inteligencia.
La belleza nos eleva y la amatista es una piedra preciosa (mal llamada semipreciosa), pero no atrae solo por eso, tiene algo más. Conocer cómo se forma y sus propiedades, junto con la historia y las leyendas que la rodean, es empezar un viaje hacia su corazón de cristal.
Cómo se forma la amatista
La amatista es un tipo de cuarzo. Su intensidad y variaciones de color están condicionadas por la mayor o menor presencia de iones de hierro en su estructura cristalina, en combinación con la radiación natural que se encuentra en las rocas. Esta radiación proviene sobre todo del potasio-40 natural y de los procesos de desintegración del uranio y el torio.
La exposición a la radiación (principalmente rayos gamma) provoca una oxidación de las impurezas del hierro (de Fe+3 a Fe+4) de la amatista que cambian su espectro de absorción, transformando la apariencia incolora del cuarzo a más o menos morada.
Pero antes de eso pasa por un proceso geológico fascinante. Todo comienza con una actividad tectónica, como los terremotos, que provoca la formación de fisuras o cavidades en las rocas de la corteza terrestre, en su mayoría volcánicas (basalto). Algunas de estas fracturas tuvieron lugar hace 150 millones de años, cuando se formó el océano Atlántico Sur.
El agua subterránea, rica en minerales disueltos, se infiltra en estas grietas y con el tiempo forma filones hidrotermales, es decir, conductos a través de los cuales los fluidos cargados de minerales circulan dentro de la corteza terrestre.
A medida que estas soluciones hidrotermales ricas en sílice se enfrían, comienzan a cristalizarse formando cuarzo, ya que su composición química es óxido de silicio (SiO₂). Un proceso facilitado por la presión y la temperatura, al que se incorporan los iones de hierro presentes en el agua que comentamos al inicio, desarrollando el particular color violeta de la amatista.
Con el paso del tiempo, los cristales de amatista continúan creciendo y madurando dentro de estos filones hidrotermales, a menudo durante miles de años, hasta que se forman las grandes piezas que conocemos.
Los yacimientos más importantes se encuentran en Brasil, Uruguay, Madagascar y Rusia, aunque es un mineral bastante común, disponible en muchos países. En España se han encontrado algunos ejemplares muy bonitos en la mina de Cerro Vértice en Villaviciosa de Córdoba, en El Castelluelo, Alacón (Teruel) o en la mina de los pajaritos, Cartagena (Murcia), entre otros.
Propiedades de la amatista
Por un lado, tenemos las propiedades físicas de la amatista, que sirven para clasificarla e identificarla.
- Grupo: óxidos
- Especie mineral: cuarzo
- Color: violeta, púrpura, lila, malva y morado
- Sistema cristalino: trigonal o romboédrico
- Hábito cristalino: prismas hexagonales con romboedros
- Forma cristalina: prismas terminados en romboedros con estrías transversales y agregados radiales.
- Composición Química: óxido de silicio – SiO₂
- Dureza: 7
- Peso específico: 2,65
- Brillo: vítreo
- Índice de refracción: 1,544 – 1,553
- Fractura: concoidea
- Exfoliación: ausente
Y, por otra parte, la amatista se asocia con multitud de propiedades esotéricas, energéticas, mágicas o incluso curativas. ¿De dónde provienen estas creencias? En primer lugar de su nombre, amatista, que procede del griego. Es la suma de “methystos”, que quiere decir “embriaguez”, con el prefijo “a” que indica privación, por lo que unidos significan “no borracho” o “sobrio”.
De ahí que se considerara un potente antídoto contra los efectos del alcohol, pero su fama no es casualidad, está relacionada con la mitología griega, y con muchas otras referencias que la acompañan a lo largo de los siglos.
La amatista en la historia: del antiguo Egipto a Roma
Las amatistas ya eran muy apreciadas y se utilizaban para elaborar joyas en el antiguo Egipto, sobre todo durante el Reino Medio, entre los años 2.065 y 1.792 a.C, en las minas de Wadi el-Hudi.
Los tonos púrpuras, morados o violetas eran una rareza en la época, por lo que la amatista, con su color excepcional, se convirtió en una gema de prestigio, símbolo de alto estatus entre la nobleza, los oficiales y los cortesanos.
Los amuletos y joyas de amatista significaron mucho para los faraones y su sociedad. Se les atribuían propiedades mágicas, asociadas al sexo y al amor, en la tierra y en el más allá.
Un hechizo, conocido como el ensalmo Textos de los Ataúdes 576, declara “en cuanto a cualquier hombre que conozca este hechizo, tendrá sexo en esta tierra de noche o de día, y tendrá el corazón de la mujer que esté debajo de él cuando tenga sexo”. Para que funcionase este embrujo debía “recitarse sobre una cuenta de cornalina o de amatista, que tenía que colocarse en el brazo del derecho del difunto”.
La creencia sobre sus facultades para proteger de la embriaguez llegó después con los griegos y se mantuvo con los romanos, de quienes se cuenta que bebían en copas talladas de amatista para evitar emborracharse.
Plinio El Viejo habló de la amatista en el Tratado de las piedras preciosas, y las gemas y las joyas, un apartado de su libro Historia Natural, indicando que era una piedra “[…] muy elegante y suave a la vista, y nunca ofende a los ojos como el carbunclo” y aclara que “Los Magos vanidosos garantizan que la amatista impide la embriaguez”. No parece que tuviera mucha confianza en este poder.
En las ruinas de Pompeya se han encontrado vasos de amatista bandeada y también amuletos de escarabajo, que podrían haberse utilizado para atraer la buena suerte, promover la fertilidad o buscar protección.
La amatista como gema espiritual
La amatista, conocida también como la piedra del alma, se considera una gema espiritual desde el Antiguo Testamento. Así aparece en la Torá (Éxodo 28:15-21) donde Moisés indica cómo crear el Pectoral del Juicio para el Sumo Sacerdote, incluyendo doce piedras preciosas que representan a las doce tribus de Israel.
Más adelante, la encontramos en la Biblia, en el Nuevo Testamento (Apocalipsis 21:20), como parte de la descripción de los doce cimientos de la muralla de la nueva gran ciudad santa de Jerusalén.
Este pasaje es una representación simbólica del cielo o del reino de Dios. La inclusión de piedras preciosas y su disposición ordenada en la muralla simbolizan la perfección y la riqueza de la ciudad celestial.
Por otra parte, las cuentas de oración tibetanas (malas) tienen un gran significado en el budismo tibetano. Se utilizan como ayuda para la meditación, concentración o recitación de mantras, y están realizadas con diversos materiales naturales, incluyendo la amatista.
Las cuentas de oración de amatista se encuentran en muchas otras religiones, como el Misbaha en el islamismo, un brazalete de 99 cuentas que representan los 99 nombres de Alá, o en el Santo Rosario católico (con 59 cuentas), que simboliza las rosas ofrecidas a la Virgen María, con rezos dedicados a los misterios en la vida de la Virgen y de Jesús. Una muestra más de que la conexión entre esta piedra y la espiritualidad es universal.
Poder y protección: la amatista más simbólica
En la Edad Media la amatista pasó a tener diferentes usos relacionados con la protección. Por ejemplo, cuentan las leyendas que los soldados llevaban amuletos de amatista para mantener la tranquilidad y aumentar su seguridad.
Aunque de esto no han quedado pruebas, sí se ha podido confirmar que los obispos y cardenales lucían (y todavía hoy lucen) un anillo con amatista señalando, junto con su poder y responsabilidad, el compromiso adquirido con Dios y la iglesia.
Además, la amatista se ha considerado un símbolo de la realeza desde el Antiguo Egipto; así lo atestigua su destacado protagonismo en las joyas de la Corona británica, entre muchas otras.
Y volviendo a la referencia de la amatista como protectora contra la embriaguez, aunque se presente de una forma clásica, la única constancia que tenemos del mito con el que se relaciona pertenece al renacimiento, periodo en el que fue escrito, en 1576, por el poeta francés Remy Belleau.
En el poema, Dionisio, el dios griego del vino y el éxtasis, se enojó con un mortal y juró venganza, afirmando que la primera persona que encontrara en su camino sería devorada por sus tigres. Esta persona resultó ser una preciosa ninfa llamada Amatista, que estaba allí para rendir tributo a la diosa Artemisa.
Para salvarla de la muerte, Artemisa transformó a Amatista en una estatua de cristal. Al verla Dionisio se sintió muy triste por lo que había hecho y derramó su vino sobre la figura, tiñendo el cristal de púrpura. Por eso la amatista se considera la piedra de la sobriedad y la claridad mental, que aleja a quienes la llevan de los efectos del vino y otros excesos.
Confirmando esta creencia, Gaspar de Morales (botánico y médico) recogió en su libro Las virtudes y propiedades maravillosas de las piedras preciosas, publicado en 1598, las siguientes palabras de Aristóteles: “La amatista puesta en el ombligo, prohíbe que los vapores del vino sean dañosos al cerebro, y de todo punto quita la embriaguez al hombre, y le libra de la contrariedad y contagión”.
La energía de la amatista
A la amatista se le atribuyen muchos beneficios, ideas que, como hemos visto, nos acompañan desde hace miles de años. Y también se dice que tiene el poder de equilibrar nuestras energías o elevar el nivel de conciencia.
Estas afirmaciones no cuentan con un respaldo científico, sin embargo, la amatista, como variedad del cuarzo que es, tiene unas aplicaciones prácticas que invitan a pensar que alberga propiedades misteriosas.
Ya lo dijo el célebre escritor de ciencia ficción Arthur C. Clarke con su “Cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”, pero aquí es la naturaleza del cuarzo la que nos sorprende con los siguientes fenómenos:
- Piezoelectricidad: cuando se le aplica presión mecánica al cuarzo puede generar un voltaje eléctrico. Esto lo vemos en los relojes de cuarzo donde, gracias a la oscilación constante que se produce, el tiempo puede medirse con precisión, o en los encendedores de chispa en los que la presión de una palanca o un pulsador deformando el cristal de cuarzo genera una chispa eléctrica.
- Triboluminiscencia: es la emisión de luz que se produce al romper, rasgar, flotar o aplastar algunos materiales, por ejemplo, cuando golpeamos dos o más cuarzos entre sí. Esto produce cambios en su estructura cristalina, provocando una separación temporal de cargas eléctricas, y se genera un campo eléctrico que causa la luz visible.
- La tribu de los nativos americanos ute uncompahgre empleaban, desde el siglo XV, un sonajero relleno de piezas de cuarzo que al chocar producían destellos luminosos. Se creía que servía para convocar a los espíritus.
- La triboluminiscencia ha sido documentada en terremotos de Perú y México, donde las fracturas del cuarzo en el subsuelo generaron ráfagas de luz impresionantes.
- Termoluminiscencia: es la capacidad de ciertos materiales para emitir luz cuando son calentados, habiendo sido previamente expuestos a un agente excitante, tal como la radiación ionizante. Esta característica resulta útil para la datación de los cuarzos, ya que la cantidad de luz emitida se relaciona con el tiempo de exposición a la radiación, lo cual permite estimar su edad. Por otra parte, hay que tener en cuenta que la amatista, que muestra una buena respuesta luminiscente, cambia de color a tonos amarillos cuando se calienta a más de 300 ºC. A más de 500 ºC obtiene un aspecto similar al cuarzo citrino.
¿Quiere esto decir que el cuarzo o la amatista tienen energía? De forma autónoma no, solo cuando se les aplica calor, una fuerza externa o si frotamos varias piezas entre sí hasta causar una fractura.
¿Es la amatista una piedra mágica?
Como hemos visto, la creencia popular de que los cristales de amatista nos transmiten algún tipo de vibración o frecuencia, al menos hasta ahora, no ha podido probarse.
No obstante, eso no significa que carezca de “poderes”. Desde la antigüedad, la amatista ha conquistado a los seres humanos por su color, transparencia y forma. Hasta que no descubrimos los cristales, nunca antes en la naturaleza habíamos visto una línea recta, por algo fueron los primeros objetos coleccionados por un homínido.
La amatista nos inspira desde el principio de los tiempos y ha influenciado (y sigue influenciando) a pintores, escultores, arquitectos, bailarines, joyeros, músicos, escritores, dibujantes, diseñadores o cineastas. Además de facilitar la comprensión de varios fenómenos geológicos de la tierra.
Despierta nuestra creatividad, nos emociona con su belleza y es una prueba física de la eternidad, porque nunca muere ni se pudre, como el resto de elementos naturales. Algo en lo que hoy ya no nos fijamos, pero que sin duda debió sorprender a nuestros antepasados. Sin olvidar la maravillosa posibilidad de tener entre las manos una amatista que se formó hace millones de años.
Si todo esto no es magia, se le parece muchísimo. Solo párate un momento a observar con atención una drusa, una geoda, una figura o una joya de amatista… ¿Empiezas a sentir su hechizo?
Portada | Cabeza de amatista de Arsinoe II, reina del Egipto ptolemaico, que se encuentra en el Museo Walters de Baltimore.
Resto de fotos | Camille Cox (Unsplash), Karolina Grabowska (Pexels), MET museum, Andreas Franz Borchert – Wikimedia, Wikipedia, Esther Verdú (Unsplash), MEUM MARE – Pexels