Los primeros registros históricos del Gua Sha datan de la dinastía Ming (1368-1644). Esta técnica ancestral, que podría tener sus raíces en el paleolítico, en su origen consistía en raspar la piel con una piedra de forma muy intensa para promover la circulación y la salud, pero hoy en día la asociamos a un masaje facial mucho más suave, hecho con piezas y rodillos de jade o de cuarzo.
El rodillo de amatista y el Gua Sha han pasado de ser objetos exóticos a convertirse en parte de nuestra rutina de belleza habitual. Sin embargo, en el año 1175, mucho antes de que llegaran a Occidente, una monja benedictina alemana, ya utilizaba este cristal para mejorar la piel de la cara.
Se llamaba Hildegarda de Bingen, y fue una reputada filósofa, compositora, teóloga y científica. Entre sus interesantes obras nos dejó Physica, todo un compendio enciclopédico de medicina natural sobre las propiedades curativas de las piedras, las plantas y los animales.
De haber nacido en la época actual, ¿hubiera utilizado el rodillo facial de amatista o el Gua Sha? Teniendo en cuenta lo que escribió es posible imaginar que sí.
A lo largo de la historia, la amatista ha sido empleada como amuleto, símbolo espiritual o incluso piedra mágica. Santa Hildegarda, entendiendo la salud como un equilibrio entre el ser humano y la naturaleza, se alejó del esoterismo para otorgarle a la piedra un uso sanador, fruto de la observación y la práctica.
En Physica, dedica veintiséis capítulos a las piedras preciosas. Entre ellos destaca el de las amatistas y una de sus aplicaciones para la piel que describió así:
“La amatista crece cuando el sol muestra su círculo casi como si estuviera coronado, lo cual hace cuando indica de antemano algún cambio en la vestidura del Señor que es la Iglesia. La amatista crece como una secreción, así que hay muchas; es cálida e ígnea y algo aérea, porque el aire es algo tibio en ese tiempo en que el sol muestra su círculo como se ha dicho. Si alguien tiene manchas en su cara debe mojar una amatista con su saliva y hacerse rayas con ella encima de sus manchas.”
Lo de hacer rayas recuerda a la técnica del Gua Sha y su raspado de piel (Gua Sha significa “raspado de arena”), aunque un roller de amatista podría ser igual de útil para este propósito, por lo que hubiera resultado factible que Hildegarda de Bingen usara cualquiera de los dos. No obstante, si no somos la santa, existen algunos otros motivos para decantarse por uno u otro.
El rodillo facial de amatista se emplea para relajar la musculatura, mejorar la circulación sanguínea, disminuir la hinchazón, y promover la elasticidad cutánea. El masaje que proporciona puede potenciar el drenaje linfático, favoreciendo un aspecto más luminoso del cutis.
Estos efectos, más allá del boca a boca, no están todavía muy claros, no obstante, varios investigadores de Tokio demostraron que un masaje facial agudo de cinco minutos aumentaba significativamente el flujo sanguíneo en la mejilla masajeada durante al menos diez minutos después.
Además, el uso continuo del rodillo de masaje facial durante cinco semanas mejoró la respuesta vascular a la estimulación térmica, evidenciando que el uso repetido puede tener beneficios duraderos en la función vascular.
Por otro lado, el Gua Sha aplica una técnica de masaje que incide sobre la circulación y el alivio de la tensión muscular. A nivel cutáneo, se le otorga la capacidad de reducir la hinchazón, así como de definir los contornos faciales.
Desde la medicina tradicional china, se considera que mejora el flujo del “chi”, contribuyendo a la salud y revitalización de la piel. Mientras que un estudio realizado en la Unidad de Investigación de la Circulación del Hospital Universitario de Essen, Alemania, sugiere que puede aumentar significativamente la microcirculación local en el área tratada, lo que ayudaría incluso a reducir el dolor muscular (probado en la espalda).
En resumen, ambas técnicas, combinadas con el tacto frío de la amatista, promueven la mejora de la circulación sanguínea y linfática, aunque el Gua Sha podría ser más efectivo para el drenaje linfático profundo debido a su capacidad de raspado.
Como extra, hay que considerar los beneficios psicológicos que aporta dedicar un momento del día para cuidarnos y mimar la piel, aplicable para ambas opciones. Al final, la elección dependerá más de los gustos personales y de si se busca una sensación más relajante con el rodillo de amatista, o un poco más intensa con el Gua Sha.
Los masajes se suelen complementar con algún aceite o cosmético para el rostro, pero volviendo a Hildegarda de Bingen, ¿tiene sentido aplicar nuestra propia saliva en las manchas?
A pesar de que el libro de Santa Hildegarda tiene más de 800 años, los últimos hallazgos científicos podrían respaldar sus recomendaciones.
Según un estudio publicado en The FASEB Journal, un componente de la saliva humana, llamado histatina, ayuda a que las heridas en la boca cicatricen de manera más rápida y con menos inflamación en comparación con las heridas en la piel.
Esto les ha llevado a concluir que la histatina es útil en la primera fase de curación de la piel, facilitando la reconstrucción del tejido. Un segmento específico de esta sustancia es esencial para su funcionamiento y una pequeña modificación en su estructura aumenta enormemente su efectividad.
Es un descubrimiento importante porque abre la puerta al desarrollo de nuevos tratamientos curativos basados en la histatina, y también podría servir para explicar por qué Hildegarda de Bingen consideraba útil la saliva para las manchas. Es posible que se refiriera a procesos de cicatrización o lesiones recientes.
Al fin y al cabo, ¿quién no se ha lamido alguna vez las heridas? Aunque todavía sigue siendo un misterio el por qué decía que la saliva debía frotarse con una amatista. Por suerte, probarlo es muy fácil y totalmente inocuo, así que si alguien tiene curiosidad, ¿por qué no intentarlo?
Más allá de lo que diga la ciencia actual, no deja de ser una oportunidad para poner en práctica uno de los mejores consejos de Santa Hildegarda, seguir nuestro propio instinto. Aunque ella lo expresó muchísimo mejor:
“No podemos vivir en un mundo que es interpretado para nosotros por otras personas. Un mundo interpretado no es una esperanza. Parte de nuestro miedo es recuperar nuestra propia habilidad para escuchar. Para usar nuestra propia voz. Para ver nuestra propia luz.”
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