El poder de la tortuga de amatista en el antiguo Egipto: un amuleto contra el mal

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Los antiguos egipcios tuvieron con las tortugas una relación de amor-odio, más bien inclinada hacía el odio. Así lo refleja esta frase llena de misterio que se repite en uno de los conjuros del Libro de los Muertos: “Que Re viva y la tortuga muera”  

La tortuga era una especie de encarnación de la oscuridad y el mal, pero a la vez, podía tener un papel protector. De ahí los colgantes de amatista y otras piedras que se han encontrado con su forma. Una relación compleja e intrigante que, como gran parte de la mitología del antiguo Egipto, no carece de contradicciones. 

De alimento a enemiga: la imagen de la tortuga en el antiguo Egipto

La reputación de las tortugas en el antiguo Egipto experimentó grandes transformaciones. Durante los periodos predinásticos y del Reino Antiguo eran valoradas por su carne y su utilidad. Servían de alimento y también como fuentes de fabricación de objetos cotidianos y rituales. 

Sin embargo, esta percepción cambió en el Reino Medio, momento en el que se empezó a asociar a la tortuga del Nilo, también conocida como Trionyx triunguis, con la oscuridad y la profundidad de las aguas de este río, llegando a la conclusión de que eso la convertía en enemiga de Re, el dios del sol. 

Se pensaba que esta tortuga podía impedir el viaje nocturno de Re a través del inframundo, representando un peligro directo para el orden dinámico del cosmos y la salida diaria del sol. 

Los antiguos egipcios fueron unos grandes observadores de la fauna que tenían a su alrededor, y solían traspasar aquellas características del comportamiento animal que no comprendían al ámbito divino. 

Creencias que les llevaron a considerar a algunos animales sagrados, y a temer a la Trionyx triunguis, por su capacidad de permanecer sumergida durante largos periodos en las misteriosas aguas del Nilo. Si a esto le añadimos su aspecto tenebroso y que era capaz de devorar peces, aves acuáticas o incluso pequeños cocodrilos, es comprensible que no generara grandes simpatías en la época. 

Entre la sombra y la luz: amuletos de tortuga como protección

Considerando la mala fama que tenían las tortugas en el antiguo Egipto, ¿cómo es posible que se hayan encontrado figuras que las representan en diferentes tamaños y materiales? 

A pesar de su asociación con la oscuridad y la muerte, las tortugas se transformaron en poderosos amuletos de protección, capaces de salvaguardar a sus portadores de las mismas fuerzas malignas que simbolizaban. 

La presencia de estos talismanes en contextos que van desde el período Neolítico hasta la época grecorromana demuestra su importancia perdurable en la cultura egipcia. Además, su inclusión en cuchillos y varas mágicas del Reino Medio resalta su papel como defensores del hogar y repelentes del mal. 

Algunas figuras reproducían fielmente la forma de la tortuga, mientras que otras adoptaban un diseño más estilizado. Se elaboraban en diversos materiales, reflejando no solo la riqueza del arte egipcio, sino también el deseo de incorporar los diferentes poderes asociados a cada piedra. 

Entre ellas, la amatista era muy apreciada para la creación de joyas por su precioso color violeta, tan excepcional en el periodo del Reino Medio. Se le atribuían sobre todo propiedades mágicas relacionadas con el amor y el sexo, sin embargo,  también se usó para elaborar delicadas tortugas protectoras, de las que ha quedado constancia. 

La tortuga de amatista del Reino Medio

El Museo Metropolitano de Arte de Nueva York alberga una pequeña escultura de amatista que representa a una tortuga de caparazón blando, la Trionyx triunguis, datada entre el 1991 y el 1802 a.C.

Una diminuta pieza (con 5 cm de largo, 3.5 cm de ancho y 1.5 cm de alto aprox.) que encarna la sensibilidad y maestría artística de esta civilización. A la dificultad de tallar la amatista con tal precisión, se añaden las pequeñas incrustaciones de piedras semipreciosas: 108 hoyos poco profundos de unos 0,2 cm de diámetro, varios de los cuales conservan discos incrustados de turquesa, jaspe rojo y lapislázuli. 

Los ojos están indicados por hoyos similares, de los cuales se ha perdido la incrustación. Tiene un agujero para la suspensión a través del cuello, lo que identifica al objeto como amuleto, pero en algún momento estuvo fijado en una base, ya que cuenta con otro orificio en la parte inferior.

Hoy podemos apreciar esta fascinante tortuga gracias al donativo de Edward S. Harkness en 1926. Su presencia es una invitación a reflexionar sobre el simbolismo y la capacidad de sublimar la realidad a través de la belleza en el antiguo Egipto, mientras constatamos, de nuevo, el milenario vínculo que une al ser humano con la amatista, la piedra del alma.   

 

Fotos | Met Museum | World History Encyclopedia | Rawpixel| Wikimedia

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